domingo, 23 de septiembre de 2012

Al fin y al cabo, no hay nada más.


Mi verdad es así de simple, yo puedo parecer una cosa pero ser muy otra muy distinta. El hecho de ser de otro país que al saberlo te tachen de idiota, vago y maleante ha hecho que me calle y no finja ser de aquí, simplemente de callármelo. Nunca fui como mi familia me decía, nunca sentí la necesidad de seguir el mismo camino que mis semejantes y por supuesto, hice un camino yo mismo, basándome en la experiencia y punto. Como cada uno he tenido mis prontos y mis impulsos, no digo que no pero tampoco me considero un santo, no pierdo los estribos cuando me dicen la verdad sino que, al ver cómo es todo ya me voy acostumbrando a vivir con ello. Quiera o no, son así las cosas y si no se pueden cambiar, no hay por qué seguir haciendo el gilipollas. Como en el amor o en la confianza, de igual manera no creo en ello. Sólo me dejo guiar por quién merezca la pena hasta que ese alguien desaparece de mi vida, si se va, pues perfecto. Menos mierda para soportar, menos gilipollas que no merecen la pena. Dejar de lado los sentimientos no es malo, ni indiferente.
Yo soy así. Nunca me creí los cuentos de hadas, nunca me tragué las historias de que tres viejos y un barrigón repartían regalos sin nada a cambio. Siempre supe que había algo, que era por no decir: ''Mira niño, eres tonto y así te quedas hasta que te des la hostia'' – Es raro pero cierto – Y creo que cualquiera que lea esto sabrá que me importa una jodida mierda, yo ya no confío en nadie, si queréis que os ayude, lo haré pero si yo quiero, si vosotros me demostráis que valéis la pena, que no malgasto mi tiempo y que, de alguna manera, podéis verme tal como soy y no ir a cuchillo.